LA BITÁCORA DE SHODAI: El TAO DEL SENNIN DE MAMBA-RYU Volumen 4 “Los Dragones Guardianes”

Los dragones guardianes de nuestra sociedad

“Es durante las grandes crisis cuando los hombres demuestran su verdadero metal. Muchos, demasiados, ante las primeras amenazas de tormenta se desentienden del mundo y se escabullen como viles alimañas a la oscuridad de sus madrigueras y escondrijos. Otros, los legionarios del cambio, esperan atentos al llamado de generales y profetas que los guíen e inspiren en la misión redentora. Y aún otros, enfrentados con la tempestad que amenaza nuestra destrucción, impulsados por el fuego de una gran pasión por la rectitud y el amor al prójimo, extienden sus alas contra el vendaval y se comprometen, hasta con su último aliento, a nuestra protección. Éstos han sido, y siempre serán, los dragones guardianes de nuestra sociedad.”



Shodai J. Alejandro Overton-Guerra

viernes, 3 de mayo de 2013

ANOTACIONES PARA EL 3 DE MAYO, 2013



ANOTACIONES PARA EL 3 DE MAYO, 2013

2013 – 8. Breve ensayo sobre “¿Por qué el colonizado rehúsa cualquier plan de tratamiento?”.  Generalmente hablando ‘muchos’ (Ej.: periodistas, sociólogos, científicos políticos, académicos, etc.) concurren con la naturaleza de los problemas del Tercer Mundo, y por el ‘Tercer Mundo’ me refiero también al Tercer Mundo dentro del Primer Mundo (Ej.: buena parte de las poblaciones afroamericanas, hispanoamericanas y amerindias en los EE.UU.; inmigrantes musulmanes de países tercermundistas en Europa, etc.). La mayoría de ‘éstos’ logran concurrir al menos con los síntomas generales del problema, y muchos de ‘éstos’ concurren con la diagnosis del mismo, acuñando el término ‘tercermundismo’ al complejo de patologías psicosociales propias de los países en vías de desarrollo.

                No obstante esta concordancia, sobre todo en cuanto a la diagnosis profunda del tercermundismo, por lo general me encuentro en una categoría exclusiva por la importancia que otorgo a los efectos del fenómeno conocido como la religiosidad, relación causal que he comentado en detalle anteriormente y que mencionaré de forma breve a continuación. Generalmente hablando el mundo académico evita atribuir cualquier defecto o problema social a cuestiones de creencias o prácticas religiosas. Esto es parte de la formación profesional e intelectual en disciplinas como la psicología clínica, la sociología, o la antropología. Se da tanto como por motivos de las propias creencias (que consideran sacrosantas) de los académicos; por la alta estima que tienen por sus carreras profesionales (criticar a Dios o a la religión, sobre todo en los EE.UU., es anatema y causa de excomunión profesional); por atribuciones a la importancia de la libertad de culto (liberalismo idealizado); etc., o por una combinación de todo anterior. Esta dispensación al culto religioso es, además de ser impráctico, totalmente absurdo: nada define más la cultura de un pueblo que su religión; nada define más la sociología de un pueblo más que la cultura; nada define más la economía más que la sociología; por ende: toda la pirámide socioeconómica se sostiene sobre una base religiosa. No obstante, creo ser el único, que yo sepa, que se atreve a afirmar que el emperador está desnudo en este aspecto tan esencial para el progreso de los pueblos del Tercer Mundo como resulta ser superar el obscurantismo de su cosmovisión mágico-ilusoria. (Vean mi ensayo “Lo que hay que hacer”.)

                Si dejamos a un lado estas cuestiones religiosas podemos observar que la mayoría de los eruditos, y hasta los no eruditos, suelen ponerse de acuerdo en términos de los problemas que acechan y definen al Tercer Mundo: la falta de formación educacional general; la corrupción política, jurídica y policíaca; las deficiencias de infraestructura (carreteras, hospitales, abastecimiento de agua y electricidad, etc.). Algunos, los más psicológicamente inclinados, hablarán del legado del colonialismo en cuanto a los esquemas mentales que dominan a todos los niveles de la sociedad, incluyendo una tremenda indefensión aprendida donde la víctima se auto-victimiza sin otro crimen más evidente que su propia apatía y la profecía autorrealizable de su propia derrota.

                Ahora, si pasamos a las causas de estas condiciones, casi todos concuerdan con los efectos del pasado histórico – el colonialismo, por ejemplo – cuyas trágicas lesiones y traumáticos episodios han dejado profundas cicatrices a todos los niveles de las sociedades del Tercer Mundo.

                Bien, pues una parte significante de mi preparación profesional y académica es precisamente clínica: psicología clínica de nivel de posgrado, e hipnosis clínica y médica.  Soy un adherente, para el tratamiento de cualquier patología, del paradigma biopsicosocial – considerando la integración de la biología, de la mentalidad, y del contexto socio-cultural del paciente – a la hora tanto de establecer una diagnosis identificando la naturaleza de la enfermedad de acuerdo a patrones discernibles; como de identificar una etiología (o causa) de la patología; y sobre todo, y lo más importante, a la hora de especificar un determinado régimen de tratamiento. El tratamiento hace al verdadero terapeuta, ya que como dice el refrán: “con diagnosis pero sin tratamiento no eres un clínico, sino sólo un cínico. 

                Es ‘curioso’ que pocos expertos se adentren al tratamiento del fenómeno del tercermundismo. Digo curioso porque carreras profesionales – académicas y políticas – se lograr especulando sobre la etiología y la diagnosis, pero se evita como la plaga un verdadero plan de tratamiento que incomode al paciente – el paciente en este caso siendo el pueblo mismo. ¿A qué me refiero por ‘tratamiento’? Por ‘tratamiento’ me refiero a un programa de transformación viable, sustentable, que profundice en la raíz del problema en vez de andar con masajes perfumados y trapos cosméticos. Me acuerdo de pronto de un artículo de la revista ‘Proceso’ que afirmaba, en referencia a los problemas sociales y políticos de México, que se trataba de un país donde “el tratamiento se queda en la diagnosis”. Es muy cierto.

                Claro, entre las masas frustradas no faltan peticiones vociferas, a modo de ‘tratamientos radicales y violentos’, para los problemas sociopolíticos y económicos del país. ¡Sí! ¡Pues cómo no! ¡Como si en Hispanoamérica la revolución sangrienta, sobre entre las masas empobrecidas, entre ‘los de abajo’, gozara a largo plazo de credibilidad histórica! Pero por lo general ese tipo de plática se limita a los jóvenes embriagados por su inmadurez e ingenuidad o a los viejos embriagado por su tequila y amargura.

                Háblale al tercermundista “común” sobre un plan de ‘tratamiento’ social, es decir, sobre el tema de un plan de acuerdo al cual el pueblo mismo logrará cambiar sus condiciones biopsicosociales – salud, psicología, sociedad, y como consecuencia inevitable, economía – y te encontrarás con la personificación de la resistencia – física, emocional, y argumentativa. Surgirá de pronto todo un repertorio de razonamientos (algunos increíblemente convincentes) según los cuales el pueblo “no puede hacer”, “no quiere hacer”, “no tiene por qué hacer”, “no va a hacer”, “no es justo que haga”, “no funcionaría”, etc., etc.  Los argumentos incluirán sin lugar a dudas referencias a las causas históricas de la situación vigente, menciones de las fuerzas políticas opresoras, y alusiones a los intereses económicos responsables por las condiciones actuales, etc., etc.

                ¿Por qué no llegamos al tratamiento en el Tercer Mundo? ¿Por qué todo se queda en la diagnosis y en la etiología? Simple: cuestiones de evasión de responsabilidad. Aquí el paradigma del tratamiento mental – psicopatológico, conductual, etc. – puede ofrecer gran claridad sobre la situación. Un paciente que viene a consulta para el tratamiento de un problema existe inmiscuido en un complejo de factores constituidos por sus condiciones biológicas, psicológicas y socioeconómicas – de ahí el paradigma biopsicosocial o BPS. Para comenzar al ir al psicólogo el paciente más o menos sabe que la biología no la podemos cambiar directamente con el tratamiento psicológico (con un tratamiento psiquiátrico quizás, es decir, mediante el uso de fármacos y si es que se trata de una patología que se presta a ello, pero incluso en esos casos no se puede evitar la cuestión psicológica que aplica, por ejemplo, en la adherencia al tratamiento y a lidiar con los aspectos psicológicos relacionados a la enfermedad y no curables con pura medicina); segundo, el paciente ya es consciente de que frecuencia las cuestiones socioeconómicas están también fuera del alcance de su control. ¿Qué queda? ¿Sobre qué aspecto del paradigma biopsicosocial de cualquier enfermedad opera la psicología? ¡Sobre la psicología, claro está! La psicología está fundamentada en la posibilidad de cambiar la mente o la mentalidad del paciente para lidiar con o reducir el sufrimiento asociado con la patología. Cambiar mentes, más específicamente patrones o esquemas dentro de la mente: patrones o esquemas de pensamientos, patrones o esquemas de conductas, patrones o esquemas  en cuanto a sus formas de sentir, en cuanto a sus mismas emociones. Eso, ese tipo de cambio, está al alcance de todos – el cambio de la mente, la modificación de la mentalidad – pero no de cualquiera. ¿Por qué no de cualquiera? Porque para lograr hacer esos cambios, para lograr activar esa palanca psicológica hace falta primero tomar responsabilidad por su existencia, hace falta tomar responsabilidad por nuestra capacidad de cambiarnos a nosotros mismos y mediante ese cambio cambiar nuestra existencia dentro de las circunstancias que a veces nos son impuestas. Cambias el ‘ser’ para cambiar el ‘estar.

                Pero tomar responsabilidad es verdaderamente lo último que el colonizado quiere. Tomar responsabilidad concuerda con reconocer la autoridad. Adagio militar: puedes delegar autoridad pero no responsabilidad. Es más cómodo, mucho más cómodo quejarse de la oscuridad que esforzarse en ser una vela. Aquí es donde Dios, o los dioses, y la religión en general entrar a jugar un papel determinante. ¿Quién tiene toda la autoridad – y por lo tanto toda la responsabilidad – en una cultura donde todo es “¡si Dios quiere!”, o “¡gracias a Dios!”, u “¡ojalá!”?

                Mientras que la existencia de lo sobrenatural juegue un papel existencial en el pensamiento del tercermundista, él (o ella) evitará tomar responsabilidad, y evitará ejercer autoridad, por su propio cambio y continuará siendo un esclavo de su propia irresponsabilidad.

                Con ello no quiero decir que la colonización no fuera la causa etiológica del presente estado del tercermundista; ni tampoco quiero decir que otros factores (los políticos, el capitalismo mundial, la falta de infraestructura, la falta de calidad de la educación, etc.) no sean responsables por perpetuar ese estado; pero lo que sí quiero decir es que nada de eso – ni el pasado, ni los políticos, ni los intereses de las empresas transnacionales, etc. – están a su alcance para cambiar y lograr superar su condición. Lo único que le queda es transformar su ‘ser’ – su mente y su mentalidad – para como resultado cambiar su ‘estar’,  y para eso tiene que tomar responsabilidad.

He Dicho. Así Es. Y Así Será.