ANOTACIONES
PARA EL 10 DE MAYO, 2013
2013 – 9. Ensayo breve: “La
inherente hipocresía del ateo tolerante”.
Iré
al grano. No tengo tiempo para andar por las ramas ni paciencia para decoro de
guante blanco. El ser ‘ateo de consciencia’ – por así declararlo – no es
solamente cuestión de estar convencido de la no-existencia de seres
sobrenaturales – dioses, ángeles, demonios, espíritus, fantasma, hadas, buena
suerte, mala suerte, karma, vida después de la muerte, reencarnación, seres
supremos, fuerzas cósmicas, etc., etc., etc. – sino que también consiste en
reconocer la irracionalidad y el daño, psicológico, social, cultural,
ecológico, etc., que la cosmovisión mágico-ilusoria – aquella que permite y
concede la existencia de cualquiera de los factores anteriormente enunciados –
ocasiona para el ser humano.
Tengamos
algo muy en claro: TODA irracionalidad
es nociva porque de por sí socava,
subvierte, compromete el proceso de la justificación racional de la conducta, de
los pensamientos, y de las emociones humanas, proceso indispensable para
establecer los fundamentos de una armonía social. La irracionalidad es nociva
sobre todo porque nos incita a no cuestionar las premisas de los argumentos que
forman nuestros esquemas y paradigmas culturales y personales. El racismo, el
anti-semitismo, la homofobia, la quema de brujas, la Inquisición, el Holocausto,
etc., son todos fenómenos que se basan o basaron en creencias que los
partícipes de esas perspectivas (o sea, los racistas, los anti-semitas, los
homofóbicos, etc.) nunca cuestionaron y por lo tanto aceptaron (irracionalmente)
– y siguen aceptando – como verdades. Por lo tanto, cualquier movimiento
individual o colectivo humano que bloquee, socave, o sabotee el proceso de
cuestionar, de investigar, de razonar, y de llevar ese proceso analizador a las
creencias sociales y personales mismas, secuestra el raciocinio humano y lo
pone al servicio de la parcialidad, del prejuicio, de la ignorancia, de la
discriminación. Y la religiosidad, cualquier religiosidad, es nociva porque la
religión es la institución que por antonomasia más justifica, más fomenta, y
más se basa en la irracionalidad humana, puesto que exige indispensablemente del
creyente que no cuestione sus creencias en sus denominados “artículos de fe”. La
religiosidad precisamente venera aquellos que por su fe aceptan sin cuestionar
aunque la evidencia contradiga su creencia, por lo tanto, si el ateo, siendo
muy consciente de estas influencias deletéreas que la religión, la
religiosidad, el obscurantismo, etc., han tenido histórica y actualmente en el mundo,
continúa por conveniencia personal participando familiar o socialmente en los
ritos, festividades, etc., propias de la religión entonces conspira a colaborar
con un mal que reconoce como tal. De ahí que sea ambos cuestión de hipocresía y de inmoralidad.
Todo
ateo, aunque no sea un gran erudito de la historia, sabe que la religión ha
sido una de las causas predominantes de las guerras y de los crímenes contra la
humanidad; todo ateo, aunque no sea filósofo o científico neurocognitivo,
reconoce perfectamente la irracionalidad fundamental en los argumentos a favor
de las creencias religiosas; todo ateo, aunque no sea profesor de ciencias
políticas, economía o sociología, sabe que la religiosidad va mano en mano con
la ignorancia y la falta de formación educacional, deficiencia que correlaciona
con la pobreza de los países tercermundistas y de los sectores sociales más
depravados del Primer Mundo – el denominado “Tercer Mundo en el Primer Mundo”.
Entonces,
mientras todo ser humano sabe que la irracionalidad – cualquier irracionalidad
– está a la base de maldad, de la depravación, de la corrupción, de la
perversión inherente en nuestra especie, solamente el ateo – aún sin ser culto,
erudito, letrado – reconoce, aunque sea a un nivel intuitivo, la intrínseca
relación entre la peligrosísima irracionalidad propia de nuestra especie y la
religiosidad propia de las culturas más obscurantistas, más corruptas, más perversas,
más depravadas. Por lo tanto, para el ateo participar o festejar regularmente,
dar apoyo, o de otra forma conspirar para fomentar la religiosidad en su grupo
social – familiar, amistoso, relación de pareja, negocio, equipo, etc. – no es
sino un acto tanto de hipocresía como de inmoralidad; hipocresía porque por conveniencia social, para poder encajar, para
evitar ser señalado, etc., es decir por beneficio propio, suprime su criterio
analítico para compartir actividades que en su base sabe que son irracionales; inmoralidad porque en sí sabe que los
esquemas que esas actividades refuerzan por un lado y por otro lado representan
son socialmente nocivas.
La
religión, la religiosidad, la cosmovisión mágico-ilusoria en sí en todas sus
formas, está a la raíz de la irracionalidad humana puesto que la justifica, la
fomenta, la protege, la ensalza, la enaltece, la glorifica. “El que
calla otorga” y “dime con quién andas
y te diré quién eres” son dos proverbios que el ateo debería tener en
cuenta en cuanto a sucumbir a las presiones y conveniencias de la religiosidad
ajena.
He Dicho. Así Es. Y Así Será.