ANOTACIONES PARA EL 15
DE SEPTIEMBRE, 2012
VIVIR
2.
Dicen que hay que luchar. ¿Luchar para qué? ¿Luchar cómo? ¿Con qué propósito?
¿Cuál es el fin? Una revolución social puede ser impulsada por el descontento
del pueblo, pero la historia ha demostrado que si no está basada, formada,
forjada en una ideología filosófica-social, ideada a su vez por la mente de un
gran visionario-pensador, esa revolución simplemente, irrevocablemente, se
desencadenará en una excusa para el caos y el crimen. Una revolución sin una
ideología formada en base a un entendimiento filosófico e histórico de los
problemas que acosan a un pueblo solamente se convierte en un pretexto para la
catarsis violenta, para las reyertas y los disturbios, para las matanzas y los pillajes,
parar las violaciones y los homicidios, es decir, una revolución del pueblo no
guiada por la mente de una gran intelectual se torna irremediablemente en una gran
excusa para desatar las peores vilezas propias de la naturaleza humana. La
Revolución Mexicana es un claro ejemplo. ¿Quién fue el GRAN pensador que la
ingenió? ¿Dónde están cumplidas las promesas de reforma que la impulsaron? ¿Es
eso lo que quieren de nuevo? El problema de Iberoamérica no son los políticos
corruptos, sino la cultura corrupta, inculta y fundamentada en el
obscurantismo, que los engendra. Para un pueblo ignorante, sobre todo en el
siglo XXI, no hay salida de la opresión política y de la explotación económica
– salvo mediante la salida que comienza en un análisis de su propio estado de
corrupción cultural y que prosiga en una reforma de las creencias, los principios,
los valores y las costumbres que son el resultado precisamente de su estado de
corrupción, de colonización. El pueblo iberoamericano fue constituido, por
diseño cultural, para ser explotado y sometido. ¿Quieren luchar? ¿Quieren
escapar de su condición socioeconómico? Empiecen por el darse cuenta de la
prisión que les encierra en sus propias mentes, una prisión de paredes
invisibles, de cadenas impalpables, de grilletes intangibles – pero una cárcel más
segura que cualquier prisión de máxima seguridad.
He
Dicho. Así Es. Y Así Será.
3.
Un gobierno del pueblo y para el pueblo solamente puede funcionar cuando el
pueblo tenga un nivel de erudición correspondiente a ese nivel de
responsabilidad cívica y política. En un pueblo inculto, obscurantista,
altamente religioso y escasamente educado en historia y literatura – propia y
universal – en la filosofía, en las ciencias, en la economía, en la formación
de la cultura y civilización del “pueblo global” jamás va a tener la sobriedad
y la visión necesaria ni para engendrar buenos políticos ni en saber escogerlos
aun tropezando con ellos por la calle y en persona.
Pero aquí, en Iberoamérica, el problema es que pocos – muy pocos,
demasiado pocos – poseen la honestidad,
la madurez, y la perspectiva necesaria para darse cuenta de la realidad del
problema: “ellos” mismos, y con “ellos” me refiero a los mismos lentes que
aplican para analizar y para analizarse. No se paran a preguntarse cuales son
los factores precisos, específicos, que distinguen a sus respectivos países de
los más prósperos del planeta, como Gran Bretaña o Francia. No se dan cuenta, o
no atribuyen importancia, por ejemplo, a su nivel de “analfabetismo
cuantitativo” con respecto a los países del primer mundo, es decir, al hecho de
que por lo general, estadísticamente, el iberoamericano medio desdeña la
lectura en comparación con el ciudadano medio europeo. La mayoría de
iberoamericanos carecen, (o no les
interesa aplicar) la disciplina necesaria para superarse a si mismos en su
propio estado de colonización. El Tercer Mundo es el Tercer Mundo porque fue
formado para serlo, es decir, la cultura misma - desde los ideales religiosos
hasta los esquemas que determinan las preferencias de como aplicar su tiempo
libre - fue diseñada y a la vez auto-adaptada a una condición de servidumbre
ante el Primer Mundo. El problema esta en la CULTURA misma. Los políticos, las
actitudes apáticas del pueblo, etc., solamente son manifestaciones de la
cultura. Si quieren dejar de ser parte del problema y contribuir a la solución
entonces comiencen a ocuparse en el proceso de análisis de la cultura misma y
de los factores que hacen al Tercer Mundo inferior al Primero. Acéptenlo: este
el un mundo competitivo, y si no quieren servir siempre de tapete al primer
mundo, y condenar a sus generaciones futuras a lo mismo, tendrán que cambiar
RADICALMENTE su forma de “ser” y de “estar” en el mundo. Y para eso precisan
comenzar por un análisis meticuloso de esta forma incompetente, defectuosa,
colonizada de “ser” y de “estar”.
Aquellos que se quejan de la
corrupción de los “políticos” y de la ignorancia y de la apatía del “pueblo”,
¿cuál es su nivel? ¿Cuántos no pagan la ‘mordida’ al policía para evitar la
multa ilícita de tráfico en vez de ejercer sus derechos como ciudadano y
delatar su corrupción? ¿Cuántos pagan sus impuestos de acuerdo a la medida
estipulada por la ley? ¿Cuántos de ustedes siguen las leyes de tráfico y se
abrochan los cinturones de seguridad, frenan completamente en los altos,
respetan los semáforos, o señalan antes de torcer o cambiar de carril?
Poquísimos – y solamente aquellos que cumplen con el reglamento legal, por
gusto y buena voluntad y no bajo pena de castigo, tienen el derecho de quejarse
de la corrupción ajena. ¡Pero es
increíble observar como los mexicanos, a punto de cruzar la frontera con los
EE.UU. saben abrocharse los cinturones de seguridad y mandar los niños a sus
asientos traseros! Y una vez al “otro lado” de pronto se convierten en
conductores modelo.
Con respecto a la apatía, ¿cuántos
de ustedes lleva un régimen de ejercicio físico mantiene un nivel de condición
que inspire a los demás, en vez de llevar un estilo de vida completamente
vegetativo? ¿Por qué será que México se disputa el primer lugar en obesidad
infantil y adulta? Sean sinceros: ¡echen una ojeadita a sus propias cinturas y
díganme que tienen el derecho de criticar al resto del Pueblo mexicano por su
apatía! Aquí la gente vive para el buen comer, esclavizados completamente por
los apegos de sus paladares y sin muestra alguna de una disciplina personal.
Con respecto a la ignorancia, pueden culpar al
gobierno por el estado deplorable del sistema educativo de México – el último
en la OCDE – pero no pueden culpar al gobierno por el rechazo que tiene el
pueblo hacia la lectura, hacia el estudio filosófico, científico. ¿Cuántos de
ustedes no prefieren sentarse a ver la televisión en vez de sentarse con un
buen libro, con un libro académico de filosofía, de literatura clásica, de
ciencias, de política, de historia para remediar el pésimo estado de la
educación estatal? ¿Cuántos de ustedes, padres y madres, exigen a sus hijos que
lean en vez de perder el tiempo en Youtube o en Facebook? Todo lo contrario: aquí la actitud dominante
es que la niñez y la adolescencia es para “divertirse” en vez de para
“aplicarse” en pos de una formación educativa.
Finalmente la soberbia – ¡eso reina
en todo el mundo Hispano, desde los Pirineos hasta Gibraltar y desde Tijuana
hasta Tierra de Fuego! ¿Cuántos son
capaces honestamente de darse cuenta de que las criticas anteriores no
solamente son bien fundadas y justificadas mediante – tanto estadísticas nacionales e internacionales
como mediante observaciones comunes – sino de reconocer sus propias
contribuciones negativas al estado deplorable del país? ¿Cuántos de ustedes en
vez de sentir una indignación consigo mismos no sentirán el impulso,
negativista-desafiante, de “matar al mensajero” o de recurrir a alguna
vulgaridad o grosería en su (inútil) defensa? ¿Cuántos tomarán la crítica como
el primer paso de un análisis que lleve a una corrección?
Si de verdad quieren hacer algo útil
para su país, empiecen por cambiarse a si mismos, a exigir un cambio en sus
hijos en cuanto a su formación, y a inspirar un cambio en los demás. Pero no
busquen en los modelos de conducta ni de educación que se ofrecen aquí en Iberoamérica,
eso sería recurrir al ciego para guiar al ciego. Ni se rijan por estos estándares
o por las normas que aquí se ofrecen tampoco, porque los estándares son pésimos
y las normas son mediocres. ¿Si el sistema educativo es inferior, qué puede
aportar alguien formado en ese mismo sistema? Hay que compararse con los
mejores del mundo en cada categoría para inspirarse a la superación
precisamente porque el gran problema de toda Iberoamérica es que es un “Pueblo
Perdido”, una “Tierra de Nadie”, desprovista de heroicidad y desprovista de sabiduría
porque no hay ni héroes ni sabios que incorporen esas cualidades en la cultura
y que con su vivo ejemplo inspire a las personas a que superen su estado
presente de mediocridad, obscurantismo, y colonización. En toda cultura el sabio-guerrero, ya sea en
la forma de un Mandela, de un Gandhi, de un Martin Lutero King Jr., etc., es el
que ofrece el norte, el mapa, y la brújula a una cultura, a una nación, a un
pueblo, a una comunidad, a una familia, para salir del hoyo en que se encuentre.
En Iberoamérica ese hoyo se llama el “Tercermundismo” y el proceso que lo ha
creado es el autosustentable de la colonización.
Para completar esta anotación aporto
dos escritos anteriores míos: el primero es una poesía, “Pueblo Perdido”, que a
mi forma de ver capta la esencia de la corrupción que corroe todos los pueblos
de la Hispanidad. El segundo escrito es un ensayo alegórico sobre la evolución del
problema.
Pueblo
de nadie, 15 de
noviembre, 2011 por Shodai Sennin J.A. Overton-Guerra
Tierra parca de sueños
Almas de esclavos
Pueblo que implora dueños
Y se vende por centavos
Tierra sin piernas ni ilusiones
Caminan arrastrados
Pueblo sin visiones
Donde se paran acostados
Tierra de pesadillas
Ni a soñar se atreve
Pueblo que nace de rodillas
Y lo mediocre promueve
Tierra de futuro ausente
Pueblo sin ídolos ni figuras
Colonizados de cuerpo y mente
Héroes sin bravuras
Tierra sin riqueza de visionarios
Pueblo de corruptos y vicarios
Exiliado de guerreros
Desterrada de sabios
Tierra de fueros
Pueblo de soberbias y apatías
Vacía de causas
Repleta de rebeldías
Tierra ignorante que rechaza enseñanza
Tierra supersticiosa y con eruditos
resentida
Pueblo de infancia malcriada
De juventud desperdiciada y consentida
Tierra tan pobre que solo el dinero
adquiere
Donde el que más tiene es el que vale
Pueblo sin compromiso ni disciplina
Tierra perdida, Pueblo de nadie
Por Shodai Sennin J.A. Overton-Guerra
De la Bitácora de Shodai, Vol II, por Shodai Sennin
J.A. Overton-Guerra
ANOTACIONES PARA EL 30 DE
MAYO 2011
148. Título de la
Anotación: “La aniquilación y el ostracismo del ‘sabio-guerrero’ en la
cultura iberoamericana.”
He aquí un lobo adulto, el líder de una gran manada,
el alfa macho. En su estado natural de libertad es regio, altivo, confiado; es
fuerte, es sabio. La manada sobrevive gracias a sus atributos como líder; sabe
organizar la caza, sabe mantener el orden. Lleva la responsabilidad del mando y
los privilegios también: suyos son los cachorros, él es el primero en consumir
de lo cazado. Aprendió su oficio de otro alfa, quizás su padre, y así se
propagó una cadena de conocimiento, de sabiduría, desde los inicios de su
especie hasta él, el presente. Su mirada impone, su presencia emana poder,
confianza; demanda respeto, exige admiración. Captúrenle del bosque y traten de
domarle, o incluso domesticarle: le encerrarán, le someterán a las más crueles
de las torturas – que incluye privarle de su natural estado de libertad, de su
identidad – pero domarle no es posible, mucho menos domesticarle. Jamás será un
perrito faldero, no está en él. Le “nace” a la minima oportunidad, mientras que
sus miembros respondan, huir en pos de su libertad; le surge que en la menor
ocasión, por en cuanto sus dientes y mandíbulas sean capaces, luchar contra los
agentes, vivos o inertes, de su cautiverio. Se le puede someter físicamente, se
violentar su cuerpo, pero su espíritu siempre anhelará y gravitará a la
libertad que es su derecho, que es su esencia, que es su ser.
Así es el auténtico sabio-guerrero: inquebrantable en espíritu,
inagotable en voluntad; incesante en su afán de ser libre, libre en su afán de
conocimiento; incansable en la búsqueda de la excelencia, de la
auto-perfección; implacable en la realización de su misión. Como a Nelson
Mandela, a Martín Lutero King o a Mahatma Gandhi, se le puede encarcelar en
cuerpo pero en mente, en espíritu su esencia misma trasciende el dolor, el
miedo, las cadenas, los guardias, los muros, y las vallas.
He aquí un lobezno, es decir, un cachorro de lobo; aun cuando le
retiremos de la naturaleza, de la compañía de sus padres, de la guía y ejemplo
que es para él el lobo alfa; aun cuando le privemos de la manada que completa
su formación en calidad de lobo y que le inculca no solamente el conocimiento
de la caza sino la disciplina y la jerarquía del mando, de la obediencia, del
orden, aun así tampoco tendremos al final mejor suerte de la que tuvimos con el
adulto de la especie a la hora de tratar de domarle, mucho menos de
domesticarle. Cierto es que cuanto más pequeño y más joven le atrapemos más
mostrará ciertas actitudes iniciales que nos alentarán en la fantasía de que
algún día servirá de mascota fiel; pero llegadas ciertas etapas de madurez
mental y física, el futuro de nuestro gozo, de nuestra ilusión caerá al fondo
del pozo del proverbio, y la realidad se revelará como tal: sigue siendo un
animal salvaje, libre de espíritu.
Claro está, que al privarle de la oportunidad crítica de saber lo que
es, de completar el desarrollo de su identidad como especie libre, tampoco
podremos devolverle a la naturaleza: perecerá desprovisto del conocimiento, de
la práctica, de la sabiduría de cómo aplicar ese impulso biológico, propio de
su condición de animal salvaje, hacia la libertad: sin el conocimiento y sin el
entrenamiento de cómo ser un lobo no podrá sobrevivir. Pero una vez libre el
cachorro buscará instintivamente a miembros de los suyos hasta que se encuentre
en la compañía de un lobo adulto, de una manada que le acepte y que le encamine
e inculque en el sendero de su especie. Así igual que ese lobezno es el pueblo
inicialmente colonizado: vive perdido pero aún consciente de sus raíces; vive
anhelando su identidad, añorando lo que les falta: la disciplina guerrera junto
con la sabiduría cultural que le moldee a vivir de acuerdo a quién es. Ese
pueblo aún sabría dar tributo, homenaje y respeto a aquel individuo que se les
apareciera como su guía, como su maestro, y que, devolviéndoles su dignidad y
razón de ser, les encaminara y disciplinara de acuerdo a quiénes son, a su
identidad original.
Crucemos a generaciones de lobeznos capturados, progresivamente
seleccionando a los más dóciles, a los más gentiles, desechando del acervo
genético a los más agresivos y reacios. Con el transcurso de las generaciones
acabaremos por último con una representación de la especie original que no
solamente es domable, sino claramente domesticable. Nunca alcanzarán la madurez
mental y emocional de un lobo adulto sino que se mantienen perpetuamente en una
condición de cachorros, transfiriendo su dependencia en ese estado a sus amos
humanos que remplazan a sus padres de la manada ancestral. Faltos de un
conocimiento de su identidad original, adoptan la identidad que sus captores y
criadores les otorgue; son ya mascotas fieles, serviciales, totalmente
subordinados y dependientes de los mismos seres que privaron a sus ancestros de
su libertad, de su ser, de su identidad.
El resultado ya no es un lobo, ni tiene consciencia de, ni interés en
serlo; pero tampoco es un humano, jamás lo será: son perros, ex-lobos
despojados de su esencia lupina para convertirse en anexos humanos, en otros
accesorios más de la civilización. Su alfa macho es el humano que lidera la
familia; su manada es la familia misma. Ahora vive para servir a su amo. Y su
enlace empático con, y su dependencia emocional del mismo es tal que vive
solamente para agradarle, para sus caricias, aprobación y reconocimiento. Para
convivir mejor con su familia humana se le disciplina a ser obediente, a venir
cuando se le llama, a hacer trucos que resulten agradables, graciosos y
entretenidos. A veces, en el mejor de los casos, desempeña una función con
honor y dignidad como es el caso del perro policía o del perro lazarillo. Su
comida ya no la aprende a cazar sino a buscarla en su cuenco; su existencia
circula entorna a sus amos, es incompleto sin ellos. Camina ya no libre en pos
de la gran caza, sino amarrado de una correa ceñida al yugo que es su collar.
Es, con suerte, consentido y mimado, pero desprovisto de cualquier cosa que su
ancestro llamaría “dignidad”. He aquí al perro doméstico, y he aquí el ser
humano primer-mundista, el habitante “integrado” de este mundo “civilizado”
creado, propiciado, y dominado por las potencias europeas, y su derivado
angloamericano, desde el siglo XVI hasta el presente.
El ser humano “civilizado-integrado” es un profesional, un licenciado,
un profesionista, un oficinista, un médico, un administrador, un deportista
profesional, un artista de cine, un abogado, un policía, un militar, un
banquero, un enfermero, un plomero o fontanero, un albañil, incluso un criminal
– da igual cómo se gane la vida con tal de que encaje ordenadamente en el sistema
socio-económico actual como consumidor – su misma humanidad se mide en
términos de su demostrada capacidad de adquisición de bienes materiales: “tanto
tienes, tanto vales”. El ser humano “civilizado-integrado” está múltiplemente
esclavizado y enajenado de la naturaleza, de la humanidad, y de sí mismo
mediante este sistema socio-económico iniciado y cultivado por el colonialismo
europeo, y perpetuado y perfeccionado por el imperialismo corporativo
transnacional estadounidense. Está enajenado de sí mismo puesto que desconoce
su esencia, desconoce lo que es, lo que debe ser, y cómo transformarse. Este
estado de enajenación personal le causa un gran vacío existencial por dentro, interior,
que no sabe cómo rellenar y por consecuencia una angustia existencial que no
sabe cómo abatir. Es precisamente este vacío existencial lo que la civilización
y la colonización europea y el imperialismo transnacional corporativo han
sabido mejor explotar y acrecentar.
De hecho, el proceso de la civilización occidental inculca al ser
humano “civilizado-integrado” la idea, la necesidad, el impulso desesperado de
buscar la solución a su angustia existencial por una parte en la aprobación de
una deidad, y por otra en la gratificación inmediata, efímera mediante el
consumo materialista de objetos innecesarios. Ambos recursos son externos a su
persona, a su alcance directo e inmediato; ambos le esclavizan por dentro y por
fuera. Ambas fuentes de su falso consuelo son externas a su poder personal,
están deliberadamente, estratégicamente ubicadas por fuera de él, es
decir, ni siquiera son soluciones a los cuales tuviera libre acceso aunque
fuese el caso de ser verdaderas remedios a su dolencia – que por su puesto no
lo son, sino todo lo contrario. La religión occidental y la corporación
transnacional, como buenos traficantes de un narcótico psicológico-espiritual,
inspiran un estado de adicción emocional con el cual esclavizan el cuerpo,
colonizan la mente, y conquistan el espíritu de sus víctimas. El ser humano “civilizado-integrado” está
además enajenado del fruto de su trabajo –
“labor” lo denomina, palabra sinónima de “faena”, de “trastada”, de
“mala pasada” – en vez de encontrar en
su obra, en su esfuerzo, cobijo, refugio, orgullo, complicidad,
autorrealización. No obstante, el sistema ha inculcado en el
“ciudadano-integrado” una necesidad de cumplir con su régimen de adquisiciones
según el adagio de “lo tienes es lo que vales” en vez de “lo que eres
es lo que vales,” y de acuerdo al lema “más es mejor” en vez de “mejor
es más”.
Sin embargo existe una condición canina por debajo de
la del perrito faldero: he aquí el perro callejero. Naciera con amo o en la
calle misma, el perro callejero es el anexo descastado, el accesorio desalojado
de la civilización. Indeseado y abandonado, vagabundea por las calles enfermo,
hambriento, descuidado, alimentándose de la basura, de los escombros. Es
considerado la gran vergüenza, la gran alimaña, el gran símbolo de la suciedad,
del despojo y de la decadencia de los centros urbanos; simultáneamente, para
aquellos más sensibles, es el recuerdo inmediato de la crueldad y del egoísmo
del ser humano y de la indiferencia que manifiesta con las especies de vida,
incluso con aquellas que profanó en su esencia para satisfacer su propia
necesidad o antojo.
Carente del espíritu y del conocimiento de su antepasado regio, y
víctima de innumerables carencias y traumas, el perro callejero a pesar de ser
técnicamente “libre” es incapaz de regresar a la nobleza de su punto de origen
ancestral. Atrapado en un limbo existencial, a su vez tampoco es capaz de
encajar fácilmente en un hogar en calidad de compañero doméstico, es decir, no
sin la caridad y conocimiento de una mano experta que le entrene y discipline –
suponiendo que tuviera la inmensa suerte de ser ofrecida dicha oportunidad.
Desprovisto del conocimiento del orden, de la disciplina organizadora de la
jerarquía de mando propia de la manada, el perro callejero no puede convertir
su condición de desahucio en uno de libertad según el cuál tomaría la tremenda
oportunidad de gozar de su liberación del yugo del collar, para regresar feliz
y contento al estado de dignidad original de su noble ancestro “precivilizado”
– el lobo. He aquí el perro callejero;
he aquí también el ciudadano tercermundista, el “ciudadano-desahuciado” del mundo
civilizado.
Las poblaciones indígenas en particular, y los descendientes europeos
colonizados de las Américas, de África, de Indonesia, y de Oceanía, etc. en
general, fueron sometidas a un proceso análogo al de la domesticación del lobo,
pero no precisamente con el objetivo de crear naciones de “ciudadanos
integrados”, sino de todo lo contrario: de fomentar una masa de
“ciudadanos-desahuciados” desorganizados, conformistas, ignorantes,
incumplidos, irresponsables, etc., incapaces, al igual que el perro callejero,
de beneficiarse de la condición de libertad que lograron como resultado de sus
respectivos movimientos de independencia. El tercermundista, el
“ciudadano-desahuciado”, al igual que el perro callejero, no puede ni
retroceder a un estado de pre-colonización o de pre-civilización europea, ni
tampoco posee las cualidades – el conocimiento, la cultura, la educación, el
estatus socioeconómico, la disciplina, la autoconfianza, la motivación, etc. –
para integrarse de pleno en – y competir con – el primer mundo. Es de notar que
esta condición de “ciudadano-desahuciado” existe no solamente en los países
tercermundistas, aunque ahí destacan por su porcentaje dominante de la
población, sino también en el creciente margen socioeconómico fallido del,
denominémoslo, “tercer mundo en el primer mundo” – las barriadas, los guetos,
los proyectos, etc., de Nueva York, de Los Ángeles, de Atlanta, de Chicago, de
Paris, de Londres, etc.
Llamémoslos “Superpotencias”, “híperpotencias,” o simplemente
“Imperios”, el resultado final es el mismo: una nación o pueblo más poderoso
entra en una relación con otros con el fin de explotar sus recursos naturales y
humanos. Debido a la desigualdad de poder – sobre todo militar y tecnológico –
entre la “híperpotencia” y sus “socios”, la relación resultante conlleva una
tremenda desigualdad de costos (sociales, culturales, naturales, etc.) por
parte de los “socios” y de beneficios (económicos, estratégicos, etc.) a favor
de la “superpotencia”. Esta desigualdad se extiende de tal grado que la
relación se describe no en términos de una simbiosis de comparable beneficio
mutual, sino de una explotación parasitaria en la que la superpotencia es un
explotador de sus huéspedes, sobre todo de aquellos tercermundistas.
La relación de explotación, o al menos desigualdad de términos, entre
clanes, pueblos, reinos, naciones, países es seguramente tan antigua como el
concepto misma, pero la disparidad tecnológica y militar que mostraron los
europeos con respecto al resto del mundo incluyendo y sobretodo los pueblos
indígenas de África, Oceanía, y las Américas constituye una situación insólita
en la historia mundial. Los resultados, que comenzaron en el siglo XVI con la
expansión colonizadora europea y continua hasta el presente, han sido horrendos
para estas poblaciones. Durante todo ese tiempo las fuerzas dominantes, ya sean
del imperio, de la superpotencia, o de la híperpotencia, han tenido muchas
oportunidades para perfeccionar sus estrategias de dominio y explotación. La explotación
de un individuo o clase social o pueblo tiene niveles o fases. En la fase
inicial los explotados aún saben lo que son; ésta es la fase más frustrante,
arriesgada y menos productiva para el agente explotador: los dominados todavía
saben que son lobos. Muchos recursos tienen que ser aplicados en evitar
sublevaciones, sabotajes, motines, insurgencias, etc. El lobo alfa – el
sabio-guerrero – no cede su libertad voluntariamente y sin una lucha feroz.
El nivel de explotación ideal, es decir, el último, requiere de una
esclavización mental-espiritual del pueblo. En ese nivel la fuerza colonizadora
ha logrado que la clase o el pueblo avasallado no solamente no se dé cuenta de
su situación, sino que por lo contrario, esté o completamente indiferente a su
estado, o convencido de que es tanto o más libre que sus ancestros, de esa
forma participa plenamente en su propia explotación. Ese es el estado actual de
la América Latina.
El viernes pasado, día 27 de mayo, 2011, durante el seminario de FITA y
con el motivo del análisis del discurso de despedida del ex-presidente de los
EE.UU. Dwight D. Eisenhower, acabé improvisando un breve seminario sobre la
historia de la “Guerra Fría”, sobre la estrategia político-militar-económica
del “Detente”, sobre el significado del neologismo “complejo
industrial-militar” propiciado por Eisenhower durante ese mismo discurso, y
sobre los efectos de la política exterior antisocialista y anticomunista
estadounidense en el mundo iberoamericano. Estos efectos se expresaron de muchas
formas y en numerosos ámbitos de las culturas de la América Latina: en la
política, en la sociedad, en la economía, en la educación, en los valores
materialistas, en la identidad individual y nacional, pero de ninguna forma más
directa y más obvia que en la programación ideológica, cultural, y social
anti-intelectualista que apoyara su política pro-fascista y
anti-izquierdista.
La civilización occidental, cuyos orígenes intelectuales parten del “gnothi
seauton”, del “conócete”, del impulso de hallar respuesta al imperativo de
“sabe qué eres” – ha entendido, aunque fuese inconscientemente, que a la hora
de someter, dominar, colonizar a un pueblo – propio o ajeno – es de máxima
prioridad extirpar, aniquilar, anonadar el mero impulso y la curiosidad de la
búsqueda de la identidad y de la curiosidad intelectual en el mismo. Son
precisamente esas dos corrientes filosóficas las que son el origen y la base de
la ventaja intelectual europea convertida en la superioridad
tecnológica-militar que permitió a sus naciones constituyentes, y a su derivado
angloamericano, repartirse y someter al mundo. Como dijo Stalin: “Las ideas
son más poderosas que las armas. No permitimos a nuestros enemigos armas. ¿Por
qué les iríamos a permitir ideas?”
EE.UU. durante y desde la Guerra Fría siguió una estrategia dirigida a
proteger sus intereses nacionales en Latinoamérica contra la “amenaza Roja” del
comunismo y del socialismo chino y soviético. Aparte de la protección de sus
fronteras contra la amenaza de una temida invasión soviética, EE.UU., un
imperio capitalista, se empeñó en proteger los intereses de las compañías
transnacionales americanas operando desde Tijuana hasta Tierra del Fuego. Para
resguardar estos intereses era preciso continuar y acrecentar el estado de
mansedumbre e ignorancia que España y Portugal establecieron entre las masas
latinoamericanas. Efectivamente, no hay que perder de vista que Iberoamérica ya
había sido conquistada durante siglos y que el efecto de los EE.UU., en
realidad, viene a ser solamente una extensión y continuación de la política
colonizadora de las antiguas superpotencias Ibéricas.
¿Pero qué fue lo que más afectó a estos pueblos, a estas naciones, a
estas comunidades, a estas familias que ocasionó que sus integrantes quedaran
reducidos durante el proceso de colonización a ese estado de
“ciudadano-desahuciado” de la comunidad mundial? ¿La pérdida de su idioma? No
exactamente; los judíos en su mayoría ya no hablan hebreo fuera de Israel, pero
siguen siendo la minoría étnica más exitosa de la historia. ¿La pérdida de sus
creencias religiosas originales? No del todo; la implantación de las religiones
occidentales monoteístas definitivamente ejerció un papel, y un papel
fundamental en la conquista y subyugación espiritual de la población, pero la
pérdida misma de sus creencias aborígenes no – de hecho nos vendría de
maravilla una buena oleada de ateismo en mundo iberoamericano y en todo el
tercermundista en general. ¿La pérdida de su alimentación, de su recetario de
cocina? No, eso no. ¿El cambio de usanza indumentaria, la mudanza de sus
vestimentas tradicionales? No, en absoluto. ¿La pérdida de sus danzas y
costumbres rituales? No, claro que no. ¿De su calendario de festividades?
Tampoco. Todas esas pérdidas al fin y al cabo son cambios normales que una
cultura sometida experimenta durante el proceso de transformación bajo el
dominio de una cultura superior: la Galia, la Germania, Hispania, bajo los
romanos, por ejemplo. España bajo los Musulmanes, por citar otro. No, fue algo
más lo que perdieron durante la colonización. Perdieron un factor mucho más
decisivo, mucho más determinante que la religión, el idioma, la dieta, las
celebraciones festivas, la vestimenta, etc. Perdieron, por diseño y estrategia,
la presencia y la vigencia de la figura del sabio-guerrero, lo que en MAMBA-RYU
venimos a llamar el Sennin. Una poesía náhuatl, que incluyo abajo en su
transliteración original seguido de una traducción y comentario, describe la
función del Sennin, del Tlamatini, con increíble precisión y elocuencia:
Tlamatini: El Sabio Náhuatl
In
tlamatini
El que sabe
In
tlamatini: tlavilli ocutl, tomavac ocutl hapocyo;
El que
sabe: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahuma – que no causa humo, que no confunde las cosas, sino que las esclarece.
tezcatl coyavac, tezcatl necuc xapo;
Un espejo
horadado, un espejo agujereado por ambos lados.
tlile, tlapale, amuxva, amoxe.
Suya es la
tinta negra y roja, de él son los códices, de él son los libros de pinturas. (El posee el conocimiento más sagrado sobre
la identidad del pueblo.)
Tlilli, tlapalli.
Él mismo es
escritura y sabiduría.
Hutli, teyacanqui, tlanelo;
Es camino,
guía veraz para otros.
tevicani, tlavicani, tlayacanqui.
Conduce a
las personas y a las cosas, es guía en los negocios, asuntos, humanos.
In qualli tlamatini, ticiti, piale,
El sabio
verdadero es cuidadoso (como un médico) y guarda la tradición.
machize, temachtli, temachiloni, neltocani.
Suya es la
sabiduría trasmitida, él es quién la enseña, sigue la verdad
Neltiliztli temachtiani, tenonotzani;
Maestro de
la verdad, no deja de amonestar - de
regañar, de reñir, de reprender, de corregir, de sermonear
teixtlamachtiani, teixcuitiani, teixtomani;
Hace sabios
los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una personalidad, una identidad), los hace desarrollarla.
tenacaztlapoani, tetlaviliani,
Les abre
los oídos, los ilumina.
teyacayani, tehutequiani,
Es maestro
de guías, les da su camino, de él uno depende.
itech pipilcotiuh.
Pone un
espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos;
Tetezcaviani, teyolcuitiani, neticiviloni,
neixcuitiloni.
Hace que en
ellos aparezca una cara (una
personalidad, una identidad).
Tlavica, tlahutlatoctia, tlatlalia, tlatecpana
Se fija en
las cosas, regula su camino (de ellas),
dispone y ordena – (impone orden, comanda.)
Cemanavactlavia,
Aplica su
luz sobre el mundo – enseña, ilumina,
adiestra.
topan, mictlan quimati.
Conoce lo
(que está) sobre (por encima de)
nosotros (y), la región de los muertos.
Haquehquelti, haxihxicti,
El sabio
(Es el hombre serio).
itech nechicavalo, itech nenetzahtzililo,
temachilo,
Cualquiera
es confortado por él, es corregido, es enseñado.
itech netlacaneco, itech netlaquauhtlamacho,
Gracias a
él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza.
tlayolpachivitia, tepachivitia, tlapalevia, ticiti, tepatia.
Conforta el
corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos cura.
Lo que estos pueblos, países, naciones, comunidades, y familias,
habitados y repletos de “ciudadanos-desahuciados” han perdido de su consciencia
presente e histórica es cualquier vestigio del arquetipo del sabio-guerrero, de
aquél individuo, o género de individuos, capacitado para forjar una identidad
nacional y personal de competitividad, de dignidad, de emprendimiento, de
disciplina. Una identidad que abarcara con orgullo los logros ancestrales de
generaciones pasadas – de todas sus raíces culturales – con vistas a la
creación de un patrimonio nacional de honor y no de corrupción, de disciplina
pero no de violencia, de compasión pero no de consentimiento surgiría de las
cenizas coloniales como lo hizo Japón de su derrota durante la segunda guerra
mundial. La eliminación del arquetipo del sabio-guerrero de la geografía
mental, cultural, política, social e histórica del tercer mundo por parte de
las fuerzas colonizadoras ha sido por decreto, por diseño y por estrategia, y
ha sido un tremendo éxito. No es una pérdida de la cuál se recupere un pueblo,
una nación, una cultura, una sociedad con facilidad.
El sabio-guerrero, representado por el dragón en ciertas culturas
orientales, constituye en único individuo capaz de concienciar a una nación en
cuanto a sus raíces y orígenes, el único capaz de educarles, de organizarles y
de adiestrarles de acuerdo a los dictámenes de su identidad y encaminarles
hacia su propia libertad:
“Es durante las grandes crisis
cuando los hombres demuestran su verdadero metal. Muchos, demasiados, ante las
primeras amenazas de tormenta se desentienden del mundo y se escabullen como
viles alimañas a la oscuridad de sus madrigueras y escondrijos. Otros, los
legionarios del cambio, esperan atentos al llamado de generales y profetas que
los guíen e inspiren en la misión redentora. Y aún otros, enfrentados con la tempestad
que amenaza nuestra destrucción, impulsados por el fuego de una gran pasión por
la rectitud y el amor al prójimo, extienden sus alas contra el vendaval y se
comprometen, hasta con su último aliento, a nuestra protección. Éstos han sido,
y siempre serán, los dragones guardianes de nuestra sociedad.”
Shodai
J. Alejandro Overton-Guerra
El sabio-guerrero resulta siempre el máximo
impedimento para la explotación de los recursos naturales y humanos de un país
y por lo tanto resulta el primer individuo identificado, acosado y eliminado. Y
en el proceso de la colonización misma, que siempre incluye una reprogramación
cultural, mental y social del pueblo colonizado, la figura del sabio-guerrero
es condenado al ostracismo y al exilio. El pueblo, la cultura, la nación, el
país, la comunidad, la familia resultante, sin sus dragones guardianes, sin sus
sabios-guerreros, queda reducida a la calidad de “viles alimañas” y después de
generaciones los “legionarios del cambio” vienen a ser una reliquia del pasado.
De hecho, lo que va quedando es una masa ignorante, apática, y soberbia, una
plaga de “negativistas desafiantes”, de perros callejeros, resistentes a
cualquier cambio que requiera orden, obediencia, esfuerzo, educación.
Desafiantes ante cualquier disciplina libertadora, rechazadores de cualquier
forma de sabiduría, lo único que las masas tercermundistas anhelan, lo único
que desean es alcanzar el estatus de “ciudadanos-integrados”, de perros
domésticos – estatus al que el primer mundo nunca les permitirá alcanzar – para
permanecer siempre sirvientes fieles y dedicados de sus amos colonizadores.
He Dicho. Así Es. Y Así
Será.
He
Dicho. Así Es. Y Así Será.